Desde la antigüedad distintas corrientes filosóficas y místicas han hecho referencia al ¨Sonido de las Esferas”, al que únicamente es posible conectar desde determinado estado de conciencia, el cual nos permite evolucionar en una frecuencia diferente, impulsándonos hacia una Nueva Octava cromática y musical que fluye en la misma dirección del Universo.
Es posible advertir cómo las diferentes culturas conocieron la importancia de alcanzar un estado de Resonancia, que le permitía al iniciado establecer un contacto más allá de su plano físico, dicho estado siempre se vio asociado a ciertas sonoridades como: mantras, sonidos de la naturaleza o instrumentales. El logro de ese estado de Resonancia Armónica les aportaba equilibrio a nivel físico y emocional, por lo tanto también en todas las áreas de la vida recuperaban la armonía perdida.
Estas tradiciones también practicaban la curación a través de sonidos. Dicho enfoque ancestral consideraba al cuerpo como un gran instrumento, cual si fuese una caja de resonancia y por lo tanto tomaban conciencia de los sonidos afinados y desafinados. Los conocimientos que ellos utilizaban, les permitían ¨afinar¨ a nivel celular los desórdenes de información atrapada que afectaba a los distintos órganos. Esa información atrapada es lo que conocemos actualmente como enfermedades.
Desde mi perspectiva actual, es importante tener presente que la información se ordena primero en los planos sutiles antes de ¨tomar forma¨ en el cuerpo. Toda esa información distorsionada o desordenada en los planos sutiles, pasará a manifestarse de modo inadecuado y es lo que podríamos denominar como ¨INFOrmedades¨.
Actualmente es bien conocido a nivel médico-científico que tanto el cáncer como cualquier otra enfermedad, no es otra cosa que: células resonando fuera de control, con una información ¨disonante¨ que hace que las células no cumplan con su función original y hagan una tarea diferente a la que deberían cumplir.
El científico Gregg Braden ha documentado distintas curaciones mediante el sonido, en las que chamanes y místicos han logrado restablecer el nivel de resonancia correcto del órgano enfermo de una persona, logrando una curación de forma acelerada, algo que se denominaría en el discurso religioso: un ¨milagro¨.
Recientemente se ha redescubierto la importancia del sonido del Gong como un instrumento que influye positivamente en nuestro campo de resonancia. Esto ya era conocido en las civilizaciones antiguas de China, Egipto, Grecia e India, las cuales conocían los beneficios de estas frecuencias y vibraciones que armonizan el sistema nervioso, los órganos enfermos, hasta llegar a que cada célula recupere su afinación original. Muchas personas en todo el mundo implementan los ¨baños de Gong¨ para recuperar el equilibrio perdido favoreciendo el flujo interno de energía en los fluidos del organismo, logrando como primer objetivo ¨afinar su cuerpo físico¨, para después lograr un impulso genuino que favorezca la armonización del cuerpo emocional y de los cuerpos sutiles.
Al retomar el estudio de estas culturas iniciáticas, advierto que comprendieron la importancia de la música creada y utilizada en las ceremonias ¨Sacras¨, conocimiento que en las tradiciones nativas de todos los continentes practican y atesoran como “melodías sagradas” que transmiten de generación en generación.
Los Chinos enseñaban que la música provenía del cosmos. Entendían que escuchar y crear música nos conecta con El ¨Orden universal¨. Razón por la que esta actividad era considerada un arte sagrado. Tal era la importancia para el Imperio, que el emperador en persona viajaba especialmente por las distintas regiones y se encargaba de que todas las ¨orquestas¨ sonarán correctamente, de modo de mantener la armonía y el equilibro en el imperio mismo.
Los sacerdotes, místicos, músicos y chamanes en cada época, han logrado reconocer sonidos y frecuencias en ciertos intervalos, los cuales generan un tipo de música que los conecta y armoniza con planos sutiles. Por siglos han utilizado instrumentos debidamente afinados para conectar con la resonancia de la tierra y el cosmos. Cada evento importante de la naturaleza o situación que han querido valorar ha sido motivo de celebración. Por tal razón tanto los solsticios y los equinoccios en todas las culturas milenarias eran y continúan siendo celebrados con música. Es posible encontrar en actualidad como cada región expresa esta ¨conexión¨ de forma diferente pero con el mismo sentido. Son evidencias ejemplificadoras los Sikus en los Andes, las arpas en la India, sonidos de flautas en China, los tambores en África afinados con los sonidos de la naturaleza los que impulsan a que el humano se descubra como un puente que conecta la tierra con el cielo. Cuestión que profundizaré en los próximos capítulos de este libro.
En la India, la práctica del yoga, significa literalmente ¨unión¨ y está vinculada con el sonido primordial, el cual determina todos los sonidos en este plano. En el hinduismo este sonido primigenio conocido como el OM, es el sonido cósmico que impregna todo lo que conocemos en esta realidad de 3D. Poseemos esta capacidad de conectar mediante la voz en los cantos resonantes de los mantras así alcanzar este ¨nivel OM¨ sagrado.
Los cantos Gregorianos también fueron un ejemplo de este nivel de resonancia desarrollado desde la música sacra en occidente, utilizado por el catolicismo durante un corto período de tiempo y que llamativa y rápidamente fue suprimido por el vaticano. Una vez más, aquello que significó ¨abrir una puerta¨ al espíritu fue cercenado por la iglesia. El único modo de comprender esa prohibición, es que veían amenazada su labor de ¨religar¨ al humano a dios, usurpando la institución eclesiástica el lugar de ¨puente¨.
Por el contrario, la iglesia al mediar entre el hombre y dios, religa al humano a una realidad limitada, al establecer dogmas y preceptos que separan al hombre de su verdadera naturaleza, información dada mediante los conceptos de pecado y culpa.
En cambio la música nada tiene que ver con esos sentimientos de culpabilización, por el contrario como veremos más adelante tiene relación directa con nuestra naturaleza divina, ya que favorecen el proceso de atención que necesitamos para dirigir nuestra energía que ya fue sublimada, ambas nos pertenecen y muchas veces son manejadas externamente mediante diversas propuestas de entretenimiento o distracción que creemos elegir libremente.
Volviendo al Sonido de las Esferas, podemos advertir que no es casualidad que sea denominada la ¨Música de las esferas¨ o incluso la ¨Armonía de las esferas¨, haciendo referencia a la influencia que ejercen estos “cuerpos celestes¨ resonando en el universo y que inciden en nuestro plano en la tierra y en los seres que la habitan.
Si indagamos en el misticismo pitagórico, la palabra ¨armonía¨ era entendida y aplicada no solo en el área musical, sino en todo aquello que mantuviera las correctas proporciones entre las partes y el todo, ya sea en un sentido matemático como también ¨esotérico¨. Este concepto de armonía nos acerca a un axioma del saber egipcio atesorado en el escrito sagrado El “Kybalion”, conocido como el Principio de Correspondencia, que enuncia una estrecha relación entre lo de ¨arriba con lo de abajo¨. Tal Principio nos permite considerar esta simetría en perfecta común-unión dentro del ¨orden divino del cosmos¨. De éste modo establecemos el microcosmos del Ser despierto en conexión con el macrocosmos o Gran Conciencia que rige el universo, estableciéndose de esta manera una resonancia en perfecta coherencia armónica.
Hasta aquí he referenciando algunos postulados de tradiciones antiguas, con sus filosofías y praxis en relación al sonido, pero consideremos un hecho más reciente; un satélite de la NASA ha comprobado la veracidad de esta ¨Música de las Esferas¨, haciendo que aquello que parecía para muchos solo enunciados místicos, hoy sean una realidad palpable, logrando incluso grabarla y analizarla. Es posible leer en esta cita textual;
«Según este descubrimiento, la tradicional música de las esferas consiste
en un “ultrasonido solar” que interpreta una partitura formada,
según el satélite de la NASA, por ondas 300 veces más profundas que el sonido
de la más profundas vibraciones audibles por el oído humano,
con una frecuencia de 100 mili Hertz en periodos de 10 segundos.
Un hertz es la frecuencia de un fenómeno periódico cuyo periodo es 1 segundo.
El ser humano no puede escuchar sonidos de frecuencia
menor a 16 Hz (sonidos infrasónicos),
ni mayor de 20 kHz (sonidos ultrasónicos o supersónicos).»
Este descubrimiento científico realizado en 1998 confirma la veracidad de los postulados antiguos, donde el ¨arriba y abajo deben estar en armonía¨ requiriendo que el humano sintonice de forma consciente con este flujo, así resonar conscientemente mediante ciertas prácticas que fueron transmitidas por las distintas culturas iniciáticas del pasado, recordándonos hoy también la importancia de ¨afinar¨ primero con la resonancia de la tierra y después resonar con el cosmos.
Esta resonancia de la tierra es actualmente conocida por la ciencia y se la denomina Resonancia Shumann. Representa el latido mismo del planeta, que nos brinda un punto de referencia en este tiempo-espacio que es necesario atender y conectar de forma consciente, ya que el estilo de vida moderno ha hecho olvidar la importancia de esta conexión con la Madre Tierra, generando altos niveles de estrés y ansiedad. Consideremos que en estos años recientes la tierra ha sufrido grandes cambios en los niveles registrados, pasando de 7,8 Hz (que por siglos ha sido su frecuencia) a registrarse recientemente niveles superiores a 30 Hz. Esta elevación de los registros de frecuencia, afectan al humano de varias maneras, una de ellas en la percepción misma del tiempo, afectando también nuestra memoria ancestral.
Tengamos en cuenta que para lograr un estado de resonancia adecuado para establecer este recorrido en espiral, es clave comenzar por esta instancia de re-conexión con la nueva frecuencia terrestre.
¿Pero qué implica resonar?
Para comenzar, podemos decir que la resonancia fue descubierta en 1612 por Galileo Galilei mediante sus investigaciones con péndulos. Avancemos en la siguiente e interesante definición, que nos brinda Galilei y nos permite reconocer un punto de referencia en nuestro viaje;
«La Resonancia es la tendencia de un sistema a oscilar a máxima amplitud
de ciertas frecuencias, conocidas como las ‘frecuencias resonantes’.
En estas frecuencias aún fuerzas impulsoras pequeñas pueden producir
grandes vibraciones de amplitud porque el sistema almacena energía vibratoria.
Cuando hay poca amortiguación, la frecuencia resonante es aproximadamente
equivalente a la frecuencia natural del sistema, la cual es la frecuencia
de las vibraciones libres. El fenómeno resonante ocurre en todo tipo de vibraciones
y de ondas (mecánicas, electromagnéticas, etc.) y de funciones de ondas cuánticas».
Ahora bien, esto no ocurre solo en un laboratorio ni en las profundidades del universo, entonces será clave comprender que como seres multidimensionales, contamos con la capacidad de movernos en nuestros universos ya sea como energía (vibración) o como corpúsculo (materia), es decir, somos ¨onda y partícula¨ a la vez, cualidad que nos permite Resonar en diferentes planos.
Si bien, el humano dispone de esta capacidad desde que nace, no siempre está ¨alineado¨ o en armonía como para utilizarla, ya que al igual que un instrumento musical, el individuo debe estar afinado correctamente y es por esta razón que precisa aprender a alinear sus cuerpos: físico, mental y espiritual (que resuenan respectivamente en los planos 3D, 4D y 5D) así lograr la ¨coherencia armónica¨ necesaria que le permita resonar en los planos superiores o sutiles de forma unificada, favoreciendo de esta manera que la conciencia se expanda, alcanzando la vivencia de ¨totalidad¨. Esta Unificación del Ser se funde con la temporalidad, por lo que se logra extender el presente y saborear un nuevo estado de conciencia que los físicos han denominado ¨Campo Unificado¨.
Este es el momento preciso en que deseo recordarles que estamos ante la esencial situación de ser conscientes, porque nos encontramos en la antesala de nuestro proceso evolutivo, esta es una decisión que nos enfrenta a ir más allá de nuestra condición humana como unidades de carbono, frente a la oportunidad de asumir nuestra verdadera naturaleza divina como unidades de conciencia.
Bienvenid@s a este viaje